Tranquilidad[Libre]

Cantidad de envíos : 15 Fecha de inscripción : 09/11/2009

No conocía muy bien Londres, y aunque sabía que una catedral no era el máximo centro turístico -y la verdad, nunca había sido extremadamente religiosa-, había algo que me atraía de aquel lugar. Los grandes portalones escondían una estancia enorme, antigua y mayormente desamueblada. Los típicos bancos de iglesia, el altar, figuras de santos... Cada paso que daba resonaba en las paredes y me devolvía este sonido. La tranquilidad parecía enmanar de todos los rincones y abrazarte con cariño; no había absolutamente nadie. Me senté en el último banco del sitio, el mas cercano a la salida, y cerré los ojos, intentando despejar la mente por primera vez desde mi llegada a Londres.

Cantidad de envíos : 5 Fecha de inscripción : 10/11/2009

Mi reciente llegada a la ciudad me obligaba a atender ciertos asuntos. Entre ellos, preparar el terreno por el que iba a moverme. No podía pasar por alto algo tan importante como conocer al párroco de la catedral; la iglesia más importante de la capital y la que, sin duda, concentraría las familias más celebérrimas. Justo aquellas que se disputaban el poder. Debo admitir que todo ese rollo de la sucesión me excitaba. Era como tener juguetes nuevos o estar ante un banquete de dulces... ¡Qué dicacidad! Sabía que había hecho bien en mudarme a Londres.

Hablé con el párroco, me presenté como nuevo feligrés y, además, benefactor de alguna causa que pudiera amparar su nada modesta casa del Señor. Sin duda, son sandeces que les encantan y te hacen ganar puntos a favor de las viejas cotillas, las que pueden darte los rumores o las que pueden expandirlo. Aunque a simple vista no se vea, es algo muy importante cuando hay un duelo tácito.

Salimos de su discreto despacho y me acompañó hasta el altar. Ambos bromeamos sobre que sabría salir de ahí si iba en línea recta. Y más o menos, así era, porque yo me disponía a salir cuando vi a una silente muchacha en uno de los últimos bancos. No, concretamente en el postrero. Me sorprendió porque no parecía la hora más idónea para intimar con Dios. Interrumpirla constituía un acto de mal gusto y de reprochable educación, pero, por otra parte, ¿quién podría señalarme? Esa chica era visiblemente más joven que yo.

-Me parece que acabará pidiendo una hoja de reclamación... ¿Cree que ahora mismo la está escuchando?-Pregunté con un tono amable y una sonrisa cautivadora.

Cantidad de envíos : 15 Fecha de inscripción : 09/11/2009

Estaba completamente concentrada en... Nada. La verdad es que hacía un rato que había conseguido poner mi mente en blanco hasta tal punto de concentración que tambien había cerrado los ojos, y ahora, simplemente me dedicaba a disfrutar de ese estado de ensoñación que hacía mucho tiempo que no tenía, mas concretamente desde mi llegada a Londres. Era una ciudad bastante movida y no se, me daba una sensación de tristeza. Siempre lloviendo y el cielo oscuro a causa de las nuves que causaban esta lluvia. No es que no me gustara ese tiempo, solo que... No estaba del todo acostumbrada a el. Cuestión de tiempo.

La catedral, por el contrario, era otro cantar. Reinaba la armonía -o al menos en las horas menos turísticas-. Me removí en el asiento, mientras abría los ojos al escuchar una voz que parecía dirigirse a mi. Me coloqué un poco tras ese pequeño "descanso", y dirigí la mirada hacía el hombre que tenía enfrente. Era moreno, y parecía mas mayor que yo. Sonreí su comentario.

- Bueno, ni ahora mismo ni nunca. O es sordo, o tiene vacaciones crónicas. - Respondí, con ciero sarcasmo.

Cantidad de envíos : 5 Fecha de inscripción : 10/11/2009

Mi sonrisa se vio directamente afectada por su comentario: hizo que aumentara y que ladeara la cabeza. La jovencita gozaba de buen humor y no se molestaba de buenas a primeras, ni siquiera cuando un extraño como yo irrumpía en su abstracción. Desconocía con qué fin lo hacía, desde luego, pero el lugar me llevó a pensar en instrospección o algo así. Sabía de gente que intentaba hablar con Dios, contarle su vida, pedirle ayuda o, simplemente, buscar compañía en Él. No me parecía descabellado que la muchacha de delante de mí lo hiciera.

-Oh, yo creo que lo suyo es absentismo laboral en toda regla.-Comenté motivado por su locuacidad, pero enseguida sospeché que podría estar molestándola.-En fin, disculpe por haberla interrumpido, señorita. Buenas tardes.-Musité a la vez que me disponía a abandonar el edificio sagrado valiéndome de mi inseparable bastón.

Cantidad de envíos : 15 Fecha de inscripción : 09/11/2009

Observé como la sonrisa que antes había aparecido en sus labios crecía con mi comentario. Parecía un hombre bastante agradable, aunque nunca solía juzgar un libro por su cubierta. No tenía la menor idea de cuando había llegado a la catedral, debía de estar demasiado concentrada como para darme cuenta. La pequeña conversación que se había formado en pocos segundos era entretenida, a pesar de que hacía ya tiempo que había abandonado cualquier tipo de interés intenso por la religión. De vez en cuando visitaba las catedrales por su tranquilidad, como era el caso en este momento. No cuestionaba las creencias de otras personas; pero yo había sufrido demasiadas decepciones como para seguir con ellas.

- Ah, quien pudiera imitarle. Supongo que cualquiera en su lugar tambien se habría aprovechado de los beneficios de ser todopoderoso - Continué, ampliando tambien la sonrisa de mis labios. Escuché la disculpa que siguió despues y me apresuré a contestarle.
- No es molestia - Aseguré - Tanta concentración estaba a punto de dormirme, supongo que debo darle las gracias por no haber permitido que hiciera semejante ridiculo en una catedral, señor... -

Cantidad de envíos : 5 Fecha de inscripción : 10/11/2009

Yo ya iba a marcharme para no molestar a la muchacha en la meditación; a decir verdad, no había sido muy correcto dirigirme a ella de esa manera sin conocerla antes, pero a la joven parecía haberle gustado. Enseguida pensé en cuando yo tenía su edad; todo trato con desconocidos resultaba excitante porque nunca podías prevenir lo que sucedería, no tenías modo de saber si te ibas a embarcar en una relación fascinante o, por el contrario, acabarías descartando esa compañía en un futuro. Volví a sonreírle e interpreté su última pausa como una invitación a presentarme.

-Finnigham, Charles Finnigham.-Me incliné hacia ella en una reverencia y la observé atentamente durante uno o dos segundos. No tenía manera de conectarla con ninguna familia londinense, así que tuve que preguntar.-¿Y usted...? Si me permite, creo que es demasiado joven para encerrarse entre estas paredes. ¿No va a disfrutar del ajetro que ofrece la ciudad?

Cantidad de envíos : 15 Fecha de inscripción : 09/11/2009

Cada vez que nuestros labios desprendían palabras, el eco del lugar se activaba devolviendonos los sonidos. Pero esta magia pronto se extinguió con la llegada de un par de personas. Al parecer, la hora de la misa se aproximaba cada vez mas. Mientras esperaba la respuesta del hombre, mi mirada se dedicaba a absorver cada detalle que decoraba la hermosa catedral, y de vez en cuando, los gestos de el chico. Inspiré fuertemente, pero en silencio, y comencé a juguetear con un mechón de mi pelo como cada vez que estaba concentrada. Su voz me despertó de mi ensoñación y escuché su identidad. Charles Finnigham había dicho. La verdad es que no había escuchado ese nombre antes, y a pesar de ser practicamente un desconocido para mi, la pequeña conversación que habíamos formado no me había resultado en absoluto incómoda.

- Venus Lagauarde - Está vez fué mi turno presentarme, y, educadamente, incliné mi cabeza a modo de reverencia imitándole. Seguidamente, su voz me hizo concentrar mi atención de nuevo en el.
- Bueno, ajetreo es algo que no le falta a esta ciudad. Podrá esperarme un par de minutos. - Esbocé una breve sonrisa. La verdad es que yo siempre había sido una persona bastante activa, pero como todo, un rato de descanso no hace mal a nadie. No iba a mentir, no frecuentaba estos lugares mucho, pero ese día algo me había incitado ha hacerlo.
- Podría preguntarle lo mismo. - Continué, con tacto ampliando mi sonrisa. Era mayor que yo pero no llegaba a los treinta, y a esa edad, no se iba ni con bastón ni boina que yo supiera.

» Tranquilidad del atardecer (Libre)
» Maybe confused about you (Libre)
» En el metro (Libre)
» Bebiendo (Libre)
» resaca [libre]